Los cazadores de tendencias gastronómicas habían pronosticado que el año 2020 iba a ser “el año del churro”. Más exactamente, una de las consultoras más prestigiosas de Estados Unidos, AF&Co, lo había catalogado como “el año del churro 2.0”. Sus expertos analistas aseguraban que “iba a ser el postre del año”. Y es que, incluso los norteamericanos empezaban a dejarse conquistar por este dulce tan español.
Evidentemente, en 2020 todas las previsiones previas y los augurios para el sector fueron borrados o frenados en seco. Pero en este caso, el pronóstico de AF&Co no fue muy desencaminado (la venta de churros sigue al alza en EE.UU.). De hecho, algo más tímidamente de lo que se debería, los churros siguen en la conquista de todos los paladares más allá de nuestras fronteras. Y lo hacen gracias a las fórmulas más o menos fidedignas de nuestra receta más mítica y popular.
Pero, de hecho, en nuestro país, no hace falta que vengan estadistas ni grandes gurús de la gastronomía para decirnos lo que sabemos: que el churro es una delicia y que esté más de moda o menos, es una dulce tradición, un capricho para días especiales, o incluso una costumbre matutina o vespertina. Esta elaboración a base de harina de trigo, aceite, sal y agua; sigue en boga, a pesar de vivir en tiempos de cultura healthy, porque es una fritura que nos recuerda a nuestras raíces, a nuestra infancia.
Hay quienes aseguran que los churros llegaron desde la lejana China
Del origen, poco se sabe
Comer churros, especialmente en determinadas zonas de la Península, de hecho, es una tradición muy arraigada y para nada corre peligro. Pero lo que tampoco vamos a negar es que el churro ha vivido también sus curvas a lo largo de su historia. Sus momentos más dulces y más amargos.
En los últimos años, sin embargo, se ha sabido adaptar la mar de bien a los nuevos hábitos de consumo. Del consumo habitual en puestos callejeros, ha pasado a cafeterías y a restaurantes sin alterarse ni lo más mínimo. De hecho, incluso no hace falta ser un churrero experto, ni conocer la fórmula magistral, para elaborarlos y para saborearlos. Con propuestas como las de Maheso, ya sea en casa, en el bar o en la cafetería, o en cualquier restaurante, en pocos minutos podemos tener listos unos deliciosos churros, sin necesidad de hacer la masa. Del congelador a la freidora (o incluso al horno) y en poco más de 3 o 4 minutos, ¡ya están listos! Churros tradicionales o más novedosos, como los Churros Twister de Maheso, churros con una forma retorcida muy divertida, rellenos de una deliciosa crema de cacao con avellanas.
¿Quién le iba a decir al inventor de los churros que esto sería posible? De hecho, tampoco es que sepamos con claridad quién podría formularse la pregunta, porque, como en muchas otras elaboraciones culinarias, el origen y autoría de los churros es más bien difuso.
Pese a los intentos de la Asociación Provincial de Empresarios de Churros de Madrid y del Gremi Artesà de Xurrers de Catalunya por conocer quién formuló por primera vez la receta, los churros siguen siendo unos eternos huérfanos. Todo son suposiciones con poca base histórica.
Hay quienes aseguran que los churros llegaron desde la lejana China, donde los comerciantes portugueses se encargaron de traer la receta de los tradicionales “you tiao” (pan chino de forma parecida al churro). También hay quien dice que en realidad fueron los antiguos egipcios los que se inventaron eso de freír una masa de harina, agua y sal. Otros achacan su autoría al mundo rural. Se dice que los campesinos que no tenían hornos para hornear el pan, lo que hacían era freír la masa hecha con harina y sal en aceite bien caliente, una masa a la que le pusieron un nombre derivado de las ovejas churras, una raza originaria de Castilla y León.
Sea como fuere, los churros, esos humildes, sencillos e irresistibles dulces, son uno de los platos de nuestra gastronomía. Sí, “plato”, porque además de asociarse a la comida callejera, el churro ha conseguido, como decíamos antes, entrar y aposentarse en los establecimientos culinarios. Y es que, los churros son una auténtica delicia, son fáciles de calentar y servir y son perfectos para mezclar con otros postres. Por ello, cada vez son más los restauradores que los ofrecen en sus cartas, y cada vez son más los comensales que sin dudarlo los piden.
Y es que, ¡cómo no iba a hacerlo, si a nadie le amarga un churro!