Güímar es una de las zonas turísticas más bellas de la isla de Tenerife. Una belleza que cautivó tanto a un par de amigos, que fue éste el nombre que eligieron hace casi 40 años para bautizar a su flamante cafetería-bar. Ubicada en la Calle Embajadores, en el barrio madrileño de Arganzuela y a dos pasos de Atocha, Güímar es hoy día conocida como una de las mejores cafeterías de “aquellas de toda la vida” y uno de los bares auténticos e imprescindibles para disfrutar de la cocina de siempre, de las tapas y platos de cuchara de toda la vida.
José Manuel Martínez, hijo de uno de los fundadores de Güímar, y su mujer Almudena Pérez regentan en la actualidad este establecimiento con el orgullo de mantener el local y su cocina como una de las más apreciadas por vecinos y visitantes. El secreto no es otro que recibir a sus comensales como si Güímar fuera su propia casa, con un trato cercano, familiar, y con profesionalidad, ofreciéndoles una cocina casera exquisita, elaborada con cariño y con materias primas de calidad. En ese apartado, Almudena, la cocinera de esta casa de comidas madrileña, confía al 100% en Maheso, marca que le ofrece buen servicio y una amplísima gama de productos de gran calidad. Como ella misma confiesa, “todavía no he probado un producto Maheso que no me haya encantado”.
Güímar, una casa de comidas como las de antes en el corazón de Madrid
Almudena, ¿cómo le ayuda Maheso en su día a día en la cocina de Güímar?
Nos ayuda muchísimo. Desde hace años, además de servir en nuestras mesas -tenemos cinco en el interior y 10 en la terraza- hacemos muchas comidas de catering para empresas del barrio. Nuestra cocina no es muy grande y estoy yo sola, así que es una locura, pero con los productos de Maheso se agiliza mucho todo. Nos dan mucha variedad y la tranquilidad de que la calidad de sus productos siempre es la misma.
¿Qué es lo que más aprecia de Maheso?
Lo principal es la calidad de todos los productos. Todavía no he probado un producto de Maheso que no me haya gustado. ¡Nos encantan todos! Y eso que hace muchos años que trabajamos con la marca. Empezamos poco a poco, pero la verdad es que el comercial de nuestra zona nos ofrece un servicio excelente. Además del trato y de estar siempre a nuestra disposición, nos da muchísimas ideas para elaborar y presentar los productos y eso nos encanta, y nos va muy bien, porque al final, yo no tengo demasiado tiempo y las nuevas ideas siempre son bienvenidas. Sí que me gusta asistir a cursos y a talleres de cocina para ver y captar ideas, pero lo cierto es que el propio comercial de Maheso nos ayuda mucho con sus ideas. El servicio es impecable, en general. Sabemos que podemos pedir producto siempre que nos falte, aunque no sea el día de reparto, si tenemos una urgencia nos lo sirven. Y otra de las cosas que nos gusta mucho de Maheso es cómo vienen presentados los productos, en paquetes de buen tamaño y por separado, con lo que solo sacas del congelador lo que vas a usar. También que todos los productos de una referencia son bastante homogéneos, lo que es ideal para un local como el nuestro. Sabes que, si sacas lubinas, todas van a tener el mismo tamaño, por ejemplo.
En Güímar, de hecho, tienen que tener una buena despensa y congelador, porque tienen una amplia gama de desayunos, almuerzos, tapas, cenas… ¿Cuál es el plato o platos estrella de la casa?
La verdad es que los desayunos siempre han sido nuestro fuerte, pero desde hace un tiempo, sobre todo, desde la pandemia, la comida y la tarde nos va muy bien. Los platos de cuchara, las raciones, las tapas… Y si hay que elegir entre los platos, pues la verdad es que somos muy conocidos por nuestras torrijas caseras -una receta clásica que hago yo mezclando un poco cómo las hacía mi suegra y mi madre y un toque propio-. También son famosas nuestras croquetas, el pollo asado, la carrillada, los callos, el rabo de toro… pero también gustan muchísimo otros platos más nuevos, como los nuggets y los fingers de Maheso, o el pollo Kentucky.
Suena todo realmente delicioso. ¿Cuál ha sido su escuela para conseguir estos platos tan exquisitos?
Yo he sido autodidacta, he cogido de aquí y de allí. De mi madre, de mi suegra que era la que antes cocinaba aquí… Y luego me gusta, como decía, reciclarme asistiendo a talleres de cocina para aprender un poco más de cocina moderna. Porque en Güímar, además de cocina casera y tradicional, me gusta de vez en cuando poner algo en la carta más actual. No puedo hacer florituras, por falta de tiempo, pero intentamos innovar con algunos aperitivos, con presentaciones, también ofreciendo platos veganos…
¿Con qué es con lo que más disfruta cocinando?
Me encanta la repostería, pero también los guisos, los platos de cuchara: los callos, el rabo de toro… De hecho, hoy nos conoce todo el mundo por esos platos.
Seguro que muchos de ellos los elabora con productos Maheso…
Sí, ¡claro! Gastamos muchas referencias de Maheso: carrillada, chipirones, salpicón de marisco, emperador, perca, queso de cabra, surtido de aperitivo, rabo de toro, lubina, dorada, entrecot, el pavo, la pechuga Villeroy, los nuggets, los fingers, el pollo Kentucky, el solomillo de vaca, los lomos de merluza, el salmón, los canelones… De hecho, acabamos de probar los canelones de espinacas y han gustado muchísimo a nuestros clientes.
¿Y cuál es el secreto para que una cafetería-bar como Güímar tenga tanto éxito en una zona en la que, además, han abierto muchísimos bares modernos?
Sí, es cierto. Nosotros pensábamos que sería la ruina, porque en los últimos años nos hemos visto rodeados de bares y restaurantes de moda, con decoraciones de vanguardia, y cocinas más actuales, pero nosotros nos hemos mantenido y bastante bien. No tenemos un local con decoración vanguardista, no tenemos un local muy grande, de hecho, solo cinco mesas en el interior, pero estamos muy contentos porque seguimos trabajando mucho. Creo que el secreto es la atención al cliente. Teníamos claro que, si no podíamos competir en diseño, lo teníamos que hacer en el trato al cliente y en la calidad de nuestra cocina. Y eso, el cliente lo nota. Yo, al personal, les digo siempre que Güímar tiene que ser como su casa, y los clientes sus invitados. Por lo que debemos recibirlos como si lo hiciéramos en nuestra propia casa: con cercanía, con cariño, pero también con profesionalidad. Debemos saber si el cliente que viene lo hace para pasar un buen rato con amigos, o para descansar de una larga jornada de trabajo, o para celebrar una fecha especial, o para saborear un buen plato de cuchara… Hay que saber lo que busca e intentar dárselo. Ese es el secreto.